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miércoles, 20 de noviembre de 2013

CUENTO DE ANIMALES

Nos referimos Sólo a aquellos que tienen por protagonistas a animales que hablan, y no a personas transformadas o metamorfoseadas, en virtud de encantamiento, en tal o cual lagarto, rana, dragón, etc. Puede haber personas en los cuentos de animales, como personajes ocasionales o en competencia con aquéllos, y ya sean secundarios o en pie de igualdad narrativa. En el comportamiento de los animales de estos cuentos, aparecen reflejos de la condición humana, más o menos directos, derivados de alguna cualidad física o de la conducta del propio animal: la astucia en la zorra, la malignidad y la tontura en el lobo, el liderazgo en el gallo, la presunción en el león, la tozudez y la corpulencia en el burro, la perfidia en la serpiente, etc. En la estructura narrativa de estos relatos advertimos dos ingredientes principales: el hambre y el humor escatológico. El primero es móvil prácticamente universal de todos ellos; se trata de quién se come a quién, o cómo el animal más pequeño evita ser comido o desposeído. Nada, pues, de moralejas ni conclusiones supuestamente edificantes, como en las fábulas y en los apólogos orientales. Todo está regido por la primera y casi única ley de los animales: comer o ser comido. Tan larga mano es la suya -la del hambre-, que alcanza incluso a un cuento tan ingenuo como el de La hormiguita (hoy La ratita presumida), donde la protagonista se come a su marido en un descuido al día siguiente de la boda; episodio, que, por cierto, ha desaparecido en las versiones comerciales de este siglo.

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